Hay personajes que, como Amílcar Galaviz Aguilar, convierten instituciones nobles en escenarios de sus propias ambiciones tiránicas. La Cruz Roja Mexicana, delegación Cancún, debería ser un símbolo de humanidad, servicio y sacrificio. Sin embargo, bajo el mando de este individuo, se ha transformado en un reflejo de lo peor: un coto de poder donde el dinero, la prepotencia y el abuso reinan sin escrúpulos. Amílcar dice que la Cruz Roja “representa todo” en su formación como persona. Claro, si por “formación” entendemos la construcción de un ego desmedido, la habilidad para pisotear derechos y el arte de mentir con descaro.

La historia de Amílcar es digna de una telenovela barata, pero con consecuencias muy reales. Empezó como socorrista, llegando a pie o en bicicleta, sin un peso en el bolsillo. Una imagen humilde que pronto se desvaneció. Escaló posiciones, sí, pero no por mérito ni esfuerzo honesto, sino a costa de otros, pisando cabezas y tejiendo una red de engaños. Al poco tiempo, ya manejando una ambulancia, comenzó a ostentar un título que no tenía: “ingeniero”. Así se presentaba, con la frente en alto, en eventos, ante personal, incluso frente a directivos de la Cruz Roja. Una mentira tan burda como efectiva, porque durante años nadie la cuestionó.
¿Ingeniero de qué, Amílcar? ¿De puentes? ¿De caminos? No. Ingeniero en el arte de la manipulación y la farsa. Pasaron los años y, cuando por fin llegó a la dirección de la delegación en Cancún, la presión lo obligó a “formalizarse”. En 2018, se graduó como licenciado en derecho por la Universidad del Sur, con cédula profesional 10776484. Una titulación que, lejos de dignificar su trayectoria, se convirtió en arma para legalizar sus abusos. Con ese papel en mano, ha pisoteado los derechos de trabajadores, utilizando prácticas desleales, trampas burocráticas y despidos injustificados para consolidar su pequeño imperio.
La pregunta que quema no es para Amílcar, sino para los directivos de la Cruz Roja Mexicana: ¿cuántos años dejaron que este hombre se pavoneara como “ingeniero” sin título alguno? ¿Cuántos fueron cómplices de su engaño por omisión o conveniencia? Porque no estamos ante un error inocente, sino ante un fraude sistemático que revela la podredumbre en una institución que debería ser intachable. Los trabajadores humillados, los derechos pisoteados y las voces silenciadas son el verdadero legado de este supuesto “hombre de bien”.
Amílcar Galaviz Aguilar es un síntoma de un cancer invasivo. y Representa a esos falsos líderes que trepan a costa de la dignidad ajena, que usan el poder para inflar su ego y llenarse los bolsillos. Hoy, desde esta columna, le devolvemos la pregunta que él evade: ¿qué ingeniería tienes, Amílcar? Porque la única que se te reconoce es la de construir mentiras, tender trampas y edificar un reino de abusos sobre las ruinas de una Cruz Roja que merece mucho más.
Que esta historia corra como pólvora. Que los tr
abajadores alzados, los testigos de sus fechorías y los ciudadanos hartos de impostores la compartan hasta que el eco llegue a cada rincón. Amílcar, el telón cayó: tu farsa no resiste más reflectores. Y a la Cruz Roja, una súplica: limpien su casa, porque la cruz que cargan no merece mancharse con tiranos de pacotilla.
¿ ahora preguntate amilcar acaso no fue un delito el que en el pasado te ostentaras como Ingeniero? y aun viene mas casos AMILCAR SE TE DESPATO LA CAJA DE PANDORA
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