Morena sigue abriendo la puerta a los mismos personajes que antes despreciaba. Ahora es Raymundo King de la Rosa, exlíder del PRI en Quintana Roo y exdiputado federal, quien se suma a la 4T. No es sorpresa, es la constante: el reciclaje de la vieja élite política bajo un nuevo manto.
Para tratar de pasar desapercibido, King de la Rosa se empadronó en la Ciudad de México, lejos de Quintana Roo, donde su historial es bien conocido. Su incorporación a Morena ha generado inconformidad entre los fundadores, y con razón. No solo proviene de una de las facciones priistas más corruptas y abusivas, sino que durante años se dedicó a perseguir y despreciar a los primeros morenistas, llamándolos “loquitos” y “piojosos” cuando intentaban construir el partido en Quintana Roo bajo el gobierno de Roberto Borge Angulo.
Tras la debacle del PRI en 2016, King de la Rosa se acomodó como diputado plurinominal en la XV Legislatura Local. Después de su paso por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y un autoexilio, reapareció para afiliarse a Morena en el módulo instalado en la Cámara de Senadores. Junto a él también se registraron Gerardo Fernández Noroña, Miguel Ángel Yunes Márquez y el propio Adán Augusto López Hernández.
La cúpula de Morena, representada por Luisa María Alcalde Luján y Andrés Manuel López Beltrán, les dio la bienvenida. Sin embargo, el rechazo de la base morenista es evidente, y algunas de estas afiliaciones podrían ser anuladas. De hecho, la de Yunes Márquez ya fue frenada.
El problema no es solo King de la Rosa. Es la contradicción de un movimiento que, en su ambición de poder, acepta a quienes antes condenaba. ¿Dónde queda la lealtad con sus militantes originales? En el discurso. En los hechos, Morena abre los brazos a priistas, panistas y verdes con tal de mantener el control.
El rechazo de la base fundadora es inminente. Pero en Morena, como en el PRI de antaño, la voz de la militancia importa poco cuando la cúpula ya decidió.

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