La credibilidad de un gobierno comienza con la honestidad de sus funcionarios. Cecilia Patrón Laviada, actual alcaldesa de Mérida, ha construido su carrera política con base en una supuesta licenciatura en Relaciones Públicas, respaldada por dos diplomados. Sin embargo, al verificar en el Registro Nacional de Profesionistas, su nombre no aparece ligado a ninguna cédula profesional.
El engaño académico en la política no es nuevo. Muchos funcionarios han inflado sus credenciales para obtener cargos de poder, confiando en que nadie se tomará la molestia de verificar su historial. Pero en tiempos de transparencia, las mentiras se desmoronan.

Si Patrón Laviada nunca obtuvo su título, ¿por qué lo presumió en su currículum cuando fue diputada? ¿Es un simple error o una estrategia para aparentar una preparación que no tiene? La falta de una cédula profesional no impide gobernar, pero la falsedad en los antecedentes de un político sí define su integridad.

Para agravar la situación, la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) publicó el 23 de abril de 2018 en su portal un diálogo con la supuesta “licenciada” Cecilia Patrón Laviada. ¿Se trató de un descuido de la institución o de una validación sin sustento de un título inexistente?

Este caso no es un descuido administrativo, sino una muestra de la impunidad con la que operan quienes buscan poder sin rendir cuentas. La ciudadanía merece funcionarios preparados, pero, sobre todo, honestos.
Por JAC.
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