Por JAC
En el corazón de Yucatán, donde la política debería servir como herramienta de progreso, emerge un escenario sombrío que expone las tácticas antidemocráticas de Morena. Las recientes denuncias de Gaspar Quintal, presidente estatal del PRI, arrojan luz sobre un patrón alarmante de intimidación y abuso de poder contra alcaldes municipales. Más allá de ser una simple disputa partidista, estas acusaciones reflejan un problema estructural: el desmantelamiento progresivo del espíritu federalista y la autonomía municipal en México.

La política de la amenaza Según Quintal, Morena ha puesto en marcha una maquinaria de presión política para que alcaldes yucatecos abandonen sus partidos. ¿La moneda de cambio? Moches para abandonar a sus partidos ,Apoyos y programas sociales, herramientas que deberían estar diseñadas para beneficiar a las comunidades, pero que se han transformado en armas de coerción. Esta práctica no es solo una muestra de oportunismo político, sino una afrenta directa al sistema democrático.
La estrategia de centralizar los recursos públicos, como se anunció en el reciente encuentro nacional de alcaldes encabezado por Claudia Sheinbaum, no solo representa una violación al federalismo, sino que coloca a los municipios en una posición de total dependencia del Ejecutivo. Esta medida, lejos de fomentar la unidad, sienta las bases de un régimen donde los liderazgos locales pierden su capacidad de decisión y quedan sometidos al capricho centralista de Morena.
Regresión autocrática: el nuevo rostro de Morena
Quintal no se equivoca al comparar estas tácticas con las empleadas en regímenes autocráticos. El condicionamiento de apoyos sociales y el uso del dinero público para cooptar o intimidar opositores no es solo una falta de ética; es una amenaza real a los contrapesos que son fundamentales para cualquier democracia funcional.
La contradicción de Morena es evidente: mientras claman por la unidad nacional ante supuestas amenazas externas, internamente recurren a prácticas que dividen, intimidan y someten a sus adversarios. Esta estrategia, además de ser burda, desnuda el verdadero rostro de la autoproclamada Cuarta Transformación: un proyecto político que utiliza el poder para silenciar voces disidentes y perpetuar un control absoluto.
El drenaje político de Morena La declaración de Quintal al referirse a Morena como un “drenaje político” que recolecta los desechos de otros partidos no es un simple ataque retórico; es una verdad incómoda que refleja el reciclaje de prácticas corruptas y autoritarias que Morena prometió erradicar. Más que un cambio, lo que se observa es una continuidad de las peores costumbres políticas disfrazadas de transformación.
Morena ha abandonado su promesa de construir un México más equitativo y transparente. En lugar de fortalecer las instituciones, las está desmantelando; en lugar de fomentar la democracia, la está erosionando; y en lugar de servir al pueblo, lo utiliza como una excusa para concentrar el poder.
Una democracia en peligro Yucatán, como el resto de México, merece un liderazgo político que respete la autonomía municipal y los principios democráticos. La centralización de recursos y el uso de la intimidación como estrategia política no solo afecta a los alcaldes, sino a cada ciudadano que deposita su confianza en las urnas.
Es momento de exigir una política que deje atrás las amenazas y se enfoque en soluciones reales para los problemas que enfrentan las comunidades. Los ciudadanos tienen la responsabilidad de levantar la voz y exigir transparencia, justicia y respeto por el sistema democrático que tanto ha costado construir.
La pregunta es clara: ¿seguiremos permitiendo que el poder se utilice para intimidar y dividir, o exigiremos un cambio real que honre los principios de una democracia auténtica?
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