Por Jac
La Casa Blanca ha intensificado su estrategia migratoria con un nuevo movimiento: el despliegue de Marines en la frontera con México. Un video oficial publicado recientemente muestra a las tropas colaborando con la Patrulla Fronteriza (CBP) bajo la misión de “proteger a Estados Unidos”, generando controversia entre políticos, activistas y ciudadanos de ambos lados de la frontera.
El despliegue, justificado como un refuerzo a la seguridad nacional, ha sido criticado por diversos sectores que consideran esta medida como un acto de intimidación más que de protección. Este movimiento forma parte de las políticas de línea dura que caracterizan a la actual administración estadounidense, y que buscan disuadir la migración masiva desde Centro y Sudamérica.

Activistas señalan que esta militarización de la frontera refuerza la narrativa del “enemigo extranjero”, deshumanizando a quienes buscan mejores oportunidades o huyen de la violencia en sus países de origen. Además, organizaciones internacionales advierten sobre el riesgo de abusos a los derechos humanos en una región ya tensa.
Por otro lado, defensores de estas acciones argumentan que la presencia militar es necesaria para apoyar a la CBP en tareas logísticas y de seguridad ante el aumento de cruces ilegales y tráfico de drogas. Sin embargo, el despliegue de Marines, tradicionalmente utilizados en misiones de combate, plantea cuestionamientos sobre el mensaje que Estados Unidos envía al mundo y, especialmente, a sus vecinos del sur.
Este movimiento pone en evidencia la profundización de la brecha entre la política migratoria de Washington y las necesidades de los países latinoamericanos, que urgen un enfoque más humanitario y colaborativo frente a esta crisis.
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